Era un día espectacular, acá en Villa Libertador San Martín, Entre Ríos... la primavera había llegado. Nadie tenía nada que hacer, así que no tuvimos mejor idea que irnos a pasar la tarde al conocido (bueno, por lo menos acá) Puente Negro.
Preparamos las mochilas, el termo, la yerba, la coca (cola), y no mucho mas que eso. Simplemente, ganas de pasar un buen rato en contacto con la naturaleza que nos rodea. Fuimos bien cómodos, ya que para llegar hasta allá, había que caminar 2 km por la vía aeróbica y después pasar por unos cuantos matorrales. No es mucho, se pasa rápido si vas hablando. Pero estaba el infaltable “FALTA MUCHO??” de Lalo -cada diez pasos- como los nenes; las charlas interminables de Paco con Margrete de temas como la vida, la vida y...la vida; Fa cuidando su nariz de los dañinos rayos solares, Nan charlando –andá a saber de qué- con Samuel; y yo, única criatura aparentemente normal, contemplando el paisaje y respirando aire puro, examinando lo que aquellos individuos en su hábitat natural hacían.
Después de muuuuuchos “falta mucho?”, “cuanto falta?”, “ya llegamos?”, “es eso de allá?” “Lu, falta mucho?” ¬¬, finalmente arribamos.
El segundo objetivo fue vencer el vértigo y caminar sobre el dichoso puente de unos 30? Metros de alto. El secreto estaba en hacer un paso por cada tabla para conservar el equilibrio. Cuando llegamos al medio, bajamos a descansar en una especie de solarium (jaja :P) a tomarnos unos merecidos mates, mientras sacábamos fotos y mirábamos a unas tortugas asomadas a una piedra.
Samu, Lalo, Paco (o Quetzalcopakotl, o Sensei, como prefiere que lo llamen) y yo fuimos al otro lado del puente a joder un rato con la cámara, que por cierto era de Margrete. Y cuando estábamos a determinada distancia, Margrete y Samu se comunicaban con sonidos muy extraños, con las manos formando una cuevita y soplando (?)
Bue, después un loco se subió a la parte de arriba del puente y le sacaron fotos.
Tipo 6 de la tarde decidimos que ya era hora de volver, así que agarramos todo y cruzamos nuevamente el puente.
Volviendo entre todas esas plantas carnívoras :O, nos re contra sabíamos el camino, ya que era la tercera vez que íbamos algunos. Pero... Ups! Nos perdimos... costó aceptarlo, pero al cabo de media hora y no encontrar el arroyito, nos dimos cuenta.
Abundaron los comentarios como “ah no, yo me vuelvo” de Fabiana, o la típica “quiero hacer pis” de algunos.
En resumen, pasamos por campos de maíz seco, pasto y mas pasto, y el peor de todos sin duda alguna, uno lleno de bosta de vaca. El olor en ese lugar y el ruidito que hacía cuando metíamos los pies ahí era asqueroso.
Finalmente encontramos el arroyito y lo cruzamos con ayuda de una caña que afanamos por ahí.
Aparecimos por la parte de atrás de la Villa cerca de las 7 y pico con el sol casi del todo escondido. Justo para ir a comer.
Fue un alivio para algunos, o el fin de una aventura para otros. Que se repita, chicos!
Luisina.-
nooo yo me regreso!!! yo me regreso!!!
ResponderEliminareso fue lo mejor de todo yo creo, despues de caso caminar unos 15 kilometros, asi como para no exagerar, despues de tanto caminar, debia de hacer acto de presencia el, "nooo sho me regreso"